Llega la hora del partido y de a poco el ambiente cambia: de la tranquilidad propia del estudio de la tarde pasa a la ansiedad y la tensión. La silla se gira, enfrentándose al televisor, que sintoniza la previa, en la que comentarios irrelevantes llenan el espacio entre las publicidades, el corazón aumenta su frecuencia. Es una parte más del partido, y no se puede obviar, es inevitable. Todo tiene que estar en su lugar: la silla, el mate, la camiseta sobre las piernas, estrujada por las manos nerviosas, deseosas de gol (a favor, no en contra), mi boca cerrada, para no quemar las jugadas ni a los jugadores. Los minutos pasan y cada vez está más próximo el encuentro, el toque inicial de la pelota y, quizá, con un poco de suerte, uno o más goles. Los ojos se enamoran de la pantalla, de la que no se mueven, y el sentimiento sueña con un triunfo que sume alegría a la vida y tranquilidad para la revancha, que, como este partido, tendrá su previa, sus cábalas y, quizá, con un poco de suerte, uno o más goles.
Si, hoy hay partido, y hoy hay ritual…
N. del Botis: escrito por Tomás M. (aunque no quería que lo diga), lo hizo ayer, antes del partido de Boca-Libertad.
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