Cementerio.

Tus dedos bailan, es imposible seguirlos para mí. Tus labios presionan, soplan, crean. Tus pulmones lanzan, aire simplemente, transmutado en la perfección musical.

Combinando, sumando, mezclando; tu instrumento plateado y negro brilla en el escenario. La belleza encontré personificada en tu ser. Notas suaves como tu piel anegan mi vida.

Tu boca se acerca al micrófono, cierras los ojos y tras esa cara de placer y esfuerzo, nace mi goce. La voz es tuya, el corazón mío. Jamás notaste mi presencia.

Termina el concierto, en pedazos tu aparto creador de mi felicidad es guardado. Tus ojos me encuentran entre la muchedumbre, por simple casualidad, porque sentiste la presión de mi mirada; sin gesticular arrojas un saludo.

Tristemente desesperado, me retiro del establecimiento, con ese “adiós” simbólico y mudo. Quizás por siempre.


N. del Botis: texto sin corregir en lo más mínimo. A puro pulmón (cuac).

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