Siddhar y Hotei.-

Esta es una vieja historia que tengo escrita hace mucho, pero que nunca la llegué a pulir, "por alguna extraña razón" me gusta pensar... Sin embargo, es un buen momento para compartirla.

Todos los días pasaba por aquel bosque, mientras iba a trabajar a la plantación del señor Da’ Pong. Era un muchacho humilde, pero de buen corazón. Mantenía a su madre, viuda desde hacía ya mucho tiempo, y no permitía que su pequeño hermano fuese con él, lo dejaba temprano por las mañanas en lo del anciano Li Fog, el hombre más sabio de la aldea a su entender, para que lo instruyera en las artes de la escritura y la lectura, soñando con un futuro que él ya no tendría.
Pero cierto día, uno más de tantos en su rutina, vió a un extraño bajo un cinamomo. Se lo notaba, aún a la distancia, feliz y pensativo, ahogado en sus propios pensamientos. Como aquel que reflexiona sobre un suceso gratificante. No le prestó demasiada importancia, solo algo de curiosidad surgió en su corazón.
Pasó una semana y tres días viendo a ese calvo regordete, sonriendo, de ida y vuelta al empleo. Ya harto del aumento de intriga en la aldea, cansado de ir al mercado y que todos hablasen de aquél místico extranjero, tomó las riendas del asunto: se presentó ante Da’ Pong, quién obviamente no estaba enterado de todo esto, le explicó la situación y se ofreció para buscar a aquel individuo y traerlo hasta sus pies, a como de lugar. Restándole importancia Pong accedió.
Siddhar se encaminó, respirando hondo y juntando valor, paso a paso. A pocos metros del cinamomo se detuvo y no pudo evitar compartir la sonrisa del anónimo ser. Lo miró a los ojos y preguntó su nombre, el pelón respondió cálidamente: “Soy Hotei y vengo a abundar”. Totalmente desconcertado, el valiente joven, dio media vuelta y regresó a su casa, tratando de comprender que le quiso decir…
El suceso pasó desapercibido, a nuestro aventurero se lo veía cabizbajo pero por suerte Da’ Pong lo olvidó rápidamente y nunca lo castigó. Nadie más que él supo por qué, pero la cosecha de ese año fue inigualable, los trabajadores no daban abasto, los graneros se vieron desbordados, se pudieron comprar nuevas herramientas y lo más importante, la comida alcanzó para todos, las sonrisas se plantaron en el rostro de todos. Con las ganancias extras, el hermano menor de Siddhar fue a la ciudad, a una institutriz Real.
Todos los días pasa por aquel bosque, mientras va a trabajar a la plantación. Es un muchacho feliz y regocijado con su secreto. Mantiene a su madre, viuda hace ya mucho tiempo, que ya no llora por cada rincón, ahora trabaja en un molino. Todos los meses llega una carta desde la ciudad, escrita de puño y letra por el hermanito, Li Fog se las lee en voz alta.

0 Comentarios aquí: