Noche y día.-

En la sequedad de la noche, los pesados pasos retumban como las agujas del reloj en la soledad de una habitación vacía de un viejo hotel a ladera de la ruta. Ladridos y aullidos acompañan los pisotones. Arrastrar, elevar, dejar caer, cada pie sucede al opuesto, y así las cuadras son dejadas atrás.
El tiempo es relativo al desenlace de la velada: para los triunfadores parece poco, se agota rápido y deja sabor a poco pero para aquellos que avanzan derrotados, con un fracaso en el hombro, las horas son largas y las estrellas parecen nunca dar lugar al sol.
¿Quién sabe a donde va aquel auto? Del cual solo vemos las luces alejarse.
La inmensidad de la soledad como la longitud de los metros son cortados por los pensamientos que atrapan la mente y los pobres corazones. Ese pasatiempo universal, el soñar con una realidad distinta, es desfigurado por las emociones pasajeras y la confusión, la duda, el engaño.
El punto de inicio ya quedó atrás, sin embargo, el de llegada aún está lejos. Tampoco es mitad de camino. La incertidumbre de posicionarnos, necesariamente, en un lugar con referencia de otro, ahoga aquel que no tiene donde ir.
El deseo de llegar a aquel lugar donde podemos dejar las ideas fuera y descansar soberbiamente sobre nuestra propia cama, es el combustible de aquel motor que nos empuja hacia delante, el envión de volver, de ser local.
Sin embargo aún no llega y hasta entonces, paso a paso recuerda lo charlado. Encuentra cada vez más diferencias entre el guión que se fabricó antes del encuentro y el que realmente ocurrió. Idealizar solo te acerca al fracaso, sin altas expectativas las sorpresas son frecuentes. Pero imaginar y que la realidad sea superior a la ficción, es un placer que el realista jamás conocerá.
Y así la ciudad es atravesada, un pie delante de un recuerdo, una pisada frente a una ucronía. Alfa lejos, omega cerca. La calma inunda su espíritu. El barrio reconocible en paz, encontrado como fue dejado. La oscuridad es atravesada por un resplandor blancuzco y cálido al oriente. Acaba la noche y dice: “¡buen día, día!”

Puf, casi año sin escribir. De vuelta a las andadas. Corto y al paso.
La noche le gusta al que la noche gusta de él. La nocturnidad no muestra, deja entrever.
Pero el día ilumina hermosamente, irradia. Así que pronto al sol.

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