Ay, morena.-

Recomendación: darle play al tema, y mientras lo escuchan, leer lo siguiente. No, no se lo escribí a nadie llamada Morena... Pero bueno, en alguien seguramente estaba pensando, ¿no?


Ay morena, sos tan dulce, estás tan buena.
Un vacío infla el pecho de los solitarios. Esa sensación de insuficiencia de afectos es la que mata a diario. Rodeado de amigos, de familia, incluso de mujeres que son el medio cítrico faltante (potencialmente hablando), no alcanzan a cubrir la cuota de caricias, mimos y demostraciones de aceptación romántica necesaria para ser pleno.
La lucha no siempre es buena, ves a los hombres pulverizarse una y otra vez contra las duras murallas de esas fortalezas que crean algunas mujeres, mientras que al mismo tiempo, observas a sanas damitas bajar sus guardias para entregarse ante los caballeros que tristemente, de una forma muy trillada pero real, no son los correctos. Son siempre los mismos imbéciles estereotipos quienes se llevan el mejor botín. [La ley del peludo]
¡Los buenos no merecen! Las hembras de la especie humana están diseñadas para buscar el sufrimiento a la hora de amar. No quieren, a veces porque realmente no se puede, en otros casos porque simplemente no lo notan, ser compensadas por tantas lágrimas derramadas en vano, por tanto llanto desperdiciado.
¿Soy tu amigo? maldita la hora en que me transformé en tu “hermano”, mi voz se hace ira en el cielo, gruño, bramo. Prefiero la soledad a las compañías espontáneas y volátiles que ofrece una discoteca, bar, pub, boliche, recital, etc. De nada sirve vaciar el cuerpo... de nada. Lo importante, lo que llena de placer, es fusionar enteramente tu alma a otra.
[El mundo es un pañuelo] Allá afuera, por creencia popular y optimismo naif, se supone que hay un roto para este descocido. Son muchos los kilómetros cuadrados que posee la Tierra, y no conozco más que un par de provincias de mi defectuoso (pero amado) territorio nacional. Hasta acá llego, espero el milagro.
Las personas se cansan de nadar a contracorriente, de esquivar piedras del camino (para colmo no son siempre las mismas), de ser acosados por los sanos, los carilindos... Cada noche al acostarme fabulo en mi mente y suplico que la moda pueda cambiar, y quizás de aquí en adelante se valore el talento, el corazón, la personalidad, el sentido del humor, la sabiduría... de las personas y no tanto la marca de su ropa, su color de ojos y para que lado peinan sus largas cabelleras rubias.
Sin más me despido, rogándole a “ella”, que si por una de esas casualidades de la vida [Tanta manteca y yo sin tostadas*] cae en la tentación de leerme... comprenda que no tengo bronca, sino amor desbordante para otorgar.

* ¡Qué buena frase!... algunos conocen el origen, otros no tienen tanta suerte.