Borrego.-

Se coloca bajo su pie, generando en si mismo el placer. Con los ojos tristes y las orejas caídas, el sucio perro, escuálido y castigado por el hambre y la calle, se acaricia con la suela de su zapatilla. Olfatea lentamente el piso en busca de algunas migas y mueve la cola al aceptar la oferta comestible que cuelga de la mano de un muchacho. Levanta la cabeza, su cuerpo todo tenso, orejas en alto. Pasa un auto con música alta y varios adolescentes en su interior. Retoma, inalterado, su tarea rastreadora. Las vellosidades de las patas estás mitigadas, con los músculos casi inexistentes y profundas heridas de contiendas por la comida. El dueño del bar trae una cerveza a la mesa. Los vasos transparentes y limpios reclaman líquido en su interior. Gastadas, las mesas, ven pasar manos ajenas que rozan sus superficies por celulares, cigarrillos y algún que otro encendedor. Las banquetas de la barra, sin ningún tipo de cojín, están todas ocupadas; mientras que las botellas de antigua cerámica permanecen vacías, oliendo a lo que alguna vez fue ginebra. Se hicieron presentes algunas caras poco frecuentes esta noche. Nada impredecible, uno de los pocos bares que permanece abierto. Un chico responde un mensaje desde su celular. Otro mete la bola negra por error al querer hacer banda y golpear la tres. Entre insultos risas y los tacos se dejan sobre el paño gastado, como la tiza, al igual que los tapizados de las sillas o las rodillas del que sirve vaso tras vaso y cobra cada transacción. Anota el fiado en unas amarillentas hojas de cálculos. Reparte las fichas del metegol. Mano amiga, oído compañero, respuesta ingeniosa al chiste propuesto. Espera paciente tu pedido y saluda en voz alta al desconocido que atraviesa la puerta. Desde una mesa se solicita su persona, más bilocarse no puede, cada uno tiene su turno. Esta noche, luna amarillenta, casi llena, ilumina sutilmente las aledañas. Mientras el despiadado tirano de las agujas, indica, amargamente, que llegó la hora de acomodar y despejar el local. Se toman los últimos tragos. Hacen apresurada y, por ende, erróneamente las cuentas, las repasan y pagan como corresponde. Respiran por última vez ese aire viciado, que mañana estará renovado. Las jaulas de las aves son colgadas de marchitos clavos. Sol, la ovejero alemán que reina en el lugar, única hembra que cruza esa puerta, se perfila para el patio, donde descabezará un sueño único y grandioso, lleno de carne fresca y mimos, si es que los perros tienen los goces oníricos. Un par de docenas de pies se retiran. Sus correspondientes manos saludan en alto. Hasta mañana retumba en el ambiente. Quizás sea hasta nunca, tal vez sea una mentira. La amplia vereda de tierra queda vacía de autos. Se traban las ventanas con un palo y cierran las dos hojas de la puerta con candado, única llave en el bolsillo. Vehículo encendido y el trayecto a casa lo espera. Allá va Edelmiro.-

4 Comentarios aquí:

Solcito dijo...

lindo =)

Anónimo dijo...

quiero leerte!! Escribi otro

Mundo dijo...

¿Sería un flagelo o un insulto decir que escribís mejor de lo que sacas una foto? Tengo mis argumentos para sostener esto, por ejemplo, el hecho de que jamás pasaste por algún taller de escritura. Pero también creo que al ser tan detallista y elocuente en las palabras que elegís para tus textos, en realidad estás haciendo una foto del momento. Una especie de panorámica en movimiento y de varios minutos.

Excelente Bot!!
Abrazo grande.

Botis dijo...

Gracias Solcito por tu comentario corto y contundente. Para Anónimo, ahí puse otro, dame tiempo que voy lo más rápido posible. Muchas gracias Mundo, no lo tomo como un insulto en lo más mínimo, siempre es un placer oír tus opiniones y, más aún, tus justificaciones. ¿Quién te dice que cuando termine con todo arranco a estudiar letras? :) Abrazo, nos estamos leyendo!