Sudor.-

El sudor recorría lentamente la nuca. Una osada gota acompañaba las curvas de su espalda hasta depositarse por debajo del cinturón. La producción se incrementaba al notar su presencia, pues los nervios intensificaban. El corazón latía tan fuertemente que le recordó a aquel día en el hipódromo, cuando el caballo en que sólo él había confiado venía primero, hasta caer por un “defecto cardíaco”, que luego relacionarían los medios más populares con drogas ilegales. Un poco de viento se levantó atrás suyo. Como un punzón de hielo que atraviesa cada uno de sus poros, lo sintió. Cerró violentamente los ojos, la fuerza contenida en aquellos párpados hizo estremecer sus córneas. Duró unos pocos segundos. La piel de gallina erizó sus bellos. Al abrirlos, notó que se acercaba hacia ella la muchacha a quién esperaba en la puerta de ese edificio peculiarmente bonito. Quizás no era realmente tan atractivo, pero lo parecía porque vive en él una criatura tan hermosa como puede concebir la imaginación. Bajó de un espejado ascensor de puerta metálica muy brillante, recorrió el hall de entrada, el cual también contenía numerosos espejos, dándole una visión doble de aquella chica. Ella bajó la cabeza y apuntaba hacia sus pies, los guiaba con concentración Mientras que él, se decidió a recorrerla minuciosamente con la mirada. Notó como el cabello desprolijo descansaba sobre su hombro, dinámico pero firme al mismo tiempo. Detuvo el análisis temporalmente en su cintura y caderas, poseía un ritmo propio, único, placentero; como aquellas líderes de las comparsas que vio años antes en un famoso carnaval, bailando sensualmente llenas de alegría y desplegando piropos a cada centímetro recorrido. Una sonrisa amplia se dibujó en el rostro de la joven, labios rosados se estiraron, dejando entrever una pareja sucesión de dientes. Los cachetes, suaves, rosados, estaban decorados con bellas pecas, como las muñecas con las que jugaba su hermana, recuerdos lejanos de una infancia pasada, casi perdida atravesaron su mente. Aún rondaban en su casa nativa aquellos objetos plásticos de veneración irracional. La distancia, dividida en metros divisorios, era cada vez menos, los detalles se hicieron presentes y la suavidad del cuello, tan extrema como la de los pétalos de las rosas en primavera, perfumado como los jazmines abundantes de verano, se hizo realidad vista a través de la inmensa puerta de vidrios sucios y picaporte de bronce gastado, con varios raspones, pero brillante. La cercanía era tan extrema que permitía oír el estrepitoso rugido de los zapatitos femeninos. Las palpitaciones le aumentaron al tímido sujeto. Sus manos se pusieron débiles como sus rodillas, parecían que en cualquier momento lo iban a dejar caer, a abandonar, como había hecho más de una mujer al no verlo nunca prosperar. Las regordetas manos estaban tan húmedas que un animal pequeño podría haber bebido de ellas. Tragó saliva como pudo mientras la dueña de casa separaba la llave, aquel trozo de metal sencillo, simple, pero que simboliza el vínculo entre estar dentro y fuera de un lugar. El pesado portón comenzó a deslizarse tras un fuerte sonido a cerradura oxidada, manipulada con los frágiles dedos de la dama de clase media alta. Sonrisas en ambos rostros, ojos que se cruzan fugazmente. Palabras cordiales, educadas, van y vienen. El chico le entrega las pizzas que pidió, la señorita le paga, incluso le da propina, los dedos se rozan al hacerlo, un leve cambio en la respiración los une, parece detenerse el mundo en un microsegundo, pero deben continuar, ella da el primer paso y cierra lentamente, con los ojos clavados en él. Emprenden los recorridos a donde los esperan. Piensan, imaginan, anhelan. Sueñan despiertos mientras sus caminatas los alejan más. Esperando el encuentro de la semana que viene, donde, como todos los jueves, ella pida las mismas pizzas al negocio de siempre, con la hora clavada en el gran veintidós que pasa desapercibido en su reloj y él, aunque tenga otros pedidos, se ofrezca gentilmente, con un brillo en los ojos que encandila hasta el mismo sol, para poder verse al menos esos segundos. Juran al viento y al espíritu que quiera oírlos, que en siete días tendrán valor suficiente para avanzar. Hace varios meses que rompen esa promesa.-

Llegó el 2012, volvió el blog, recomienza la escritura... todo con una sola fuente de inspiración =) y un grandioso 2011 en la espalda.

1 Comentarios aquí:

Solcito dijo...

Me alegra q vuelva tu blog!!! mucho!!! deberias actualizar tu perfil.. ya no sos solo un técnico en fotografia =P