Doble de cortitos

CACOS
Tarde lamentablemente, había recordado la forma correcta de hacerlo cuando salía del aula 302. El tiempo de rendir acabó y era imposible recuperar el parcial ya entregado.
Con la cabeza gacha, como un perro con la cola entre las piernas tras morder la mano que le da de comer, se puso la mochila en su hombro derecho y comenzó la caminata.
Todas las paredes estaban repletas de carteles y afiches, principalmente propagandas políticas de izquierda, pero tenía otras cosas en su mente como para detener la vista, ni siquiera un segundo.
Los pasos ligeros, agraciados, por su calzado blanco de lona tal vez, se veía apresurado (también) pero esquivos a todos aquellos cuerpos que intentaban interponerse en su camino.
Luego de tres sucias escaleras de mármol desgastado, en parte por el centenar de años que pasó desde su construcción y, por otro lado, los miles de pies que recibía a diario; cuatro pasillos, repletos de tristes aulas, dió con la puerta frontal.
El sol brillaba más fuerte que al entrar a la facultad, pero los sonidos, el bullicio, seguía igual. Entonces dobló en la esquina, no quiso ir por la avenida que a diario lo llevaba hasta su casa, porque había demasiada gente, pensó, y no tenía ganas de zambullirse en ese océano de hipócritas consumidores.
Mientras sacaba su reproductor de MP3 y desenrollaba aquel bollo de cables entrecruzados, recorrió unos veinte metros, justo debajo del poste de alumbrado público, ese que no andaba casi nunca, tres "niños" lo rodearon.
El primero sacó el aparato de las manos, otro pequeño desenfundó un metálico instrumento que no llegó a divisar, ya que el tercero le habló, balbuceó, y sin entender bien sus palabras, metió la izquierda en el bolsillo. En la fracción de segundo que sacaba su billetera, pestañeó.
Pareció una eternidad, no vio pasar la vida frente a sus ojos, solo recordó ese día en que la muchacha de los "brackets" le había roto el corazón, al regresarlo a su estado de soltería.
Cuando esa ilusión, cuando ese irrelevante parpadeo culminó, un ardor extraño apareció en su abdomen y el suelo se sentía frío en su espalda. Algunas personas se acercaron a su horizontal cuerpo; mientras, los impunes infantes se alejaban con su mochila y el triste par de pesos que había en su pantalón.
El último sonido que escuchó fue el de su celular sonando, tal vez un amigo para organizar un partido, tal vez la chica para pedirle que volvieran a estar juntos. Los médicos ambulancieros se hacían cargo de la situación. Tantas cosas le quedaron pendientes, "sueños a medio soñar" dicen, el futuro truncado por la calidez abrumadora de una bala comprada en algún comercio ilegal de armas. Tan lejos de su hogar.



MELANINA
El sol comenzaba a colarse por entre las cortinas, se le había olvidado bajar las persianas, así que los primeros resplandores ya molestaban horriblemente. Como si fuera poco, el teléfono celular emanó sus primeros sonidos y con el volumen al máximo reprodujo ese tema que le hacía tan feliz.
Lo apagó mientras ponía los pies en tierra firme, se sacudió un poco la cabeza, la noche había sido complicada pero necesitaba pararse como fuese. Al terminar de estirarse y desperezarse se dirigió al baño, su segundo santuario matutino.
Cuando acabó de asearse era el momento justo para preparar esos primeros mates, que si están algo calientes mejor. Mientras tanto, prendía el televisor para ver como iba a estar el tiempo de este domingo cualquiera. Aquel frígido periodista daba los principales titulares con traje gris y rostro de funeral.
Finalmente la infusión estaba lista, pero cuando se disponía a depositar su cuerpo en el artilugio de cuatro patas perpendiculares al asiento y respaldo recto, el timbre sonó de modo amanerado. Al atender, la dulce voz del otro lado fue fácilmente reconocida, como el portero estaba lustrando el bronce de la puerta no hubo necesidad de bajar a abrir.
Una vez llegada al departamento y realizado el protocolo de salutación correspondiente, se aventaron sobre los libros sin piedad... largas se hicieron las horas de lectura con esta, casi, extraña compañera de estudios que le fue asignada por el profesor.
Acercándose el mediodía, dejando atrás un par de paquetes de galletitas, fue cuando hicieron el primer receso, entre cigarrillos y miradas por la ventana, entablaron conversaciones serias y hasta pragmáticas. Estuvieron así un par de horas pero cuando llegaron a temas del corazón, la visitante se incomodó, cierto nerviosismo se apoderó de su cuerpo, acabando así con el rato de placer y ocio. Trágicamente, tropezó con una silla e hizo caer el termo, rompiéndolo en mil pedazos, que yacían en su propio interior.
El dueño del lugar, se enojó y con una mirada despectiva, la vapuleó, palabras de orden xenofóbicas salieron de su boca. Con los ojos llorosos y las manos sudorosas, la muchacha tomó todos sus libros avejentados, apuntes, fotocopias subrayadas y cuadernos de espiral, velozmente los metió en el morral y aún más rápido salió del lugar.
Camino a casa, entre lágrimas y baldosas flojas, imaginó la tierra natal de sus abuelos, no podía comprender por qué ella era discriminada tan solo por tener epidermis con la melanina más común del África muy presente. Era tan argentina como el objeto que rompió o la bombilla de la cual había estado bebiendo; era, al mismo tiempo, tan humana como el infame ser que la había deprimido una vez más...



N. del Botis:
no tuve tiempo de corregir ortográfica ni gramaticalmente, tampoco el estilo, tiempo de verbos y esas cosas, es un lujo que hoy no me puedo dar, así que por el momento quedan así estos dos pequeños textos que escribí. Criticas, comentarios, serán bien recibidos.
Por otro lado, les quiero contar que el mapita de visitas fue actualizado porque ya hace un año que lo tengo, por lo tanto comenzó un conteo nuevo. Les dejo la foto de como quedó el pasado.

"3547 visitas entre el 11 de octubre de 2006 y el 12 de octubre del 2007", eso es lo que dice.

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